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jueves, 11 de agosto de 2011

LA ARROGANCIA

Si el vanidoso sólo vive para escuchar las alabanzas de los demás, el arrogante se ve superior y no pocas veces actúa como tal. Dado que lo que piensa de sí mismo suele ser mucho más de lo que es, el arrogante corre peligros de los que podría salvarse. Eso fué lo que le pasó a un lobo en esta historia que debemos a los hermanos Jacobo (1785-1863) y Guillermo (1786-1859) Grimm:
EL LOBO Y EL HOMBRE

Un día el zorro ponderaba al lobo la fuerza del hombre: no había animal que se le resistiera, y todos habían de valerse de la astucia para guardarse de él.

A esto respondió el lobo:

-Como tenga ocasión de encontrarme con un hombre, ¡vaya si arremeterá con él!

-Puedo ayudarte a encontrarlo- dijo el zorro- ¡ven mañana de madrugada y te mostraré uno.

Presentóse el lobo temprano, y el zorro lo condujo al camino que todos los días seguía el cazador. Primeramente pasó un soldado licenciado, ya muy viejo.

-¿Eso es un hombre?- preguntó el lobo.

-No- respondió el zorro-, lo ha sido.

Acercóse después un muchacho, que iba a la escuela.

-¿Eso es un hombre?

-No, lo será un día.

Finalmente, llegó el cazador, la escopeta de dos cañones al hombro y el cuchillo de monte al cinto.

Dijo el zorro al lobo:

-¿Ves? ¡Eso es un hombre! Tú, atácalo si quieres, pero, lo que es yo, voy a ocultarme en mi madriguera.

Cargó el lobo contra el hombre.

El cazador al verlo dijo:

-¡Lástima que no lleve la escopeta cargada con balas!

Apuntándole, le disparó una perdigonada en la cara. El lobo arrugó intensamente el hocico, pero, sin asustarse, siguió derecho al adversario, el cual le disparó la segunda carga. Reprimiendo su dolor, el animal se arrojó contra el hombre, y entonces este, desenvainando su reluciente cuchillo de monte, le asestó tres o cuatro cuchilladas, tales, que el lobo salió a escape, sangrando y aullando, y fue a encontrar al zorro.

-Bien hermano lobo- le dijo este-, ¿Qué tal ha ido con el hombre?

-¡Ay!- respondió el lobo_, ¡yo no me imaginaba así la fuerza del hombre! Primero cogió un palo que llevaba al hombro, sopló en él y me echó algo an la cara que me produjo un terrible escozor; luego volvió a soplar en el mismo bastón, y me pareció recibir en el hocico una descarga de rayos y granizo, y cuando ya estaba junto a él, se sacó del cuerpo una brillante costilla, y me produjo con ella tantas heridas, que por poco me quedo muerto sobre el terreno.

-¡Ya estás viendo lo arrogante y mentacato que eres!- dijo el zorro-. Echas al hacha tan lejos, que luego no puedes ir a buscarla.

(Hermanos Grimm)

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