-¡Buen chico! ¡Pequeño gran hombre! Nunca te arrepentirás de lo que has aprendido, pues el saber vale más que cualquier otra cosa en el mundo. Es lo que hace grandes y buenos a los hombres. Algún día tú serás uno de ellos. Thomas, y entonces mirarás para atrás y dirás: todo se lo debo a lo que aprendí durante mi infancia en la escuela dominical, todo se lo debo a mis queridos maestros que me enseñaron y motivaron. Y ahora, ¿querrás decirnos algo de lo que has aprendido, verdad? Por ejemplo, los nombres de los dos primeros apóstoles.
Tom bajó los ojos ruborizado y al maestro se le hundió el alma; sin embargo se sintió obligado a decir algo:
-Contesta a este caballero, Tom, no tengas miedo. A ver, los nombres de los dos primeros apóstoles fueron... fueron...
-¡David y Goliat!
Corramos un tupido velo sobre el resto de la escena.
Texto copiado del libro: Tom Sawyer - Mark Twain
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