de su manada camina.
Cuatra patas siseantes
y la trompa, entretenida.
Las orejas se le mueve
y por su paso mecidas,
le abanican, con su ritmo
ladeado, la barbilla.
Los colmillos, con sus curvas,
cortan el aire y la brisa,
y, con su testuz de cuarzo,
abre en la selva autopistas.
Buscas las charcas con agua
y, si no las ve, imagina
que se zambulle en un lago
que le sirve de piscina.
Todos los días se quita
el dusor de las costillas,
el povo de rabo y patas
y el barro de las mejillas.
Come hojas de los árboles,
tiene memoria erudita,
sabe contar hasta ocho
y multiplica deprisa.
Jaime Siles.
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