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Una casa les llamó la atención. Estaba en la esquina de su calle, lindando con un prado. Era enorme, gris y tenía un aire misterioso, con las contraventanas cerradas y el jardín lleno de cardos y malas hierbas.
-¿Por qué no vivrá nadie ahí?- se preguntó Ana- Con lo bonita que estaría si alguien la cuidara un poco!
-Vete tú a saber- contestó Carlos- A lo mejor está embrujada y por eso nadie quiere vivir en ella.
-¿Quieres que vengamos esta noche a verla bien?- propuso Ana- ¡Si hay fantasmas no podemos perdérnoslo!
Carlos estaba de acuerdo. Le encantaba tener una hermana tan decidida.
Cuando oscureció, cogieron las linternas y se acercaron a la casa misteriosa. Se escondieron tras la verja de la entrada, sin quitar la vista de las ventanas y puertas.
Sonaron las doce campanadas en la torre de la iglesiay, al mismo tiempo, las contraventanas comenzaron a abrirse, primero las del piso superior, luego las de la planta baja. Una pálida luz interior iluminaba una silueta...
-¡Una lechuza!-exclamaron al unísono- Claro, ¿qué otra cosa podía se sino una mamá lechuza despertando a su familia para ir a la escuela?
fuente: Susaeta. Cuento en 1 minuto.
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